Un camino de aprendizaje y transformación

Indudablemente que nuestro caminar con Cristo nos transforma, nos hace mejores personas y nos da plenitud.

Cuando venimos al Señor y nacemos de nuevo, se producen cambios en nuestra vida, ya no somos los mismos de antes, ahora tenemos un sentido de pertenencia, ahora tenemos un hambre, un anhelo por las cosas de Dios: “Como ciervo sediento en busca de un río,

así, Dios mío, te busco a ti “ (Salmo 42:1).

Es el Espíritu del Señor que hace posible nuestra transformación, testifica en nuestra mente verdades que cambian nuestra perspectiva de vida, cambia la manera que vemos el mundo, nos hace conscientes de lo que es correcto y honorable, nos guía para vivir de acuerdo a Su voluntad.

No se trata de conseguir la transformación con nuestras fuerzas o méritos propios. Se trata de permitir que Dios trabaje con nosotros y ser transformados por Él. Es una obra del Espíritu Santo para que él tome cada vez más peso en nuestra vida. Es un proceso: Caminamos con Él y aprendemos.

“Pues Dios, según su bondadosa determinación, es quien hace nacer en ustedes los buenos deseos y quien los ayuda a llevarlos a cabo” (Filipenses 2:13).

Para Pablo, la clave de nuestra transformación es la relación que ahora tenemos con Cristo: “Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios“ (Romanos 8:14). Que nunca se nos olvide que estamos en un proceso de transformación constante, que somos una nueva creación y ahora tenemos una relación con Él. La transformación es real, Dios está a cargo, ahora Él vive en nosotros.