Mi futuro está en Sus manos.
- Gina Rodríguez
- 15 ene 2021
- 2 Min. de lectura

Nadie puede predecir lo que pasará en el futuro. Siempre habrá altibajos en el camino. En tiempos buenos y favorables, es más fácil confiar en Dios, pero al enfrentar dificultades y adversidades, pareciera que nuestra fe se debilita y dejamos de confiar.
Cuando no tengo control ni certeza de las cosas, cuando me siento insegura, recordar el carácter de Dios y reconocer quien es Él, afirma mi fe y mi confianza porque, Dios nunca cambia, Él es el mismo ayer, hoy y mañana, Él es soberano, Él es bueno, Él es fiel. Para mí, esta es la verdad que rige mi vida y mi relación con Dios. Él es el Señor de mi vida y de cada uno de mis días. Puedo dejar de preocuparme por lo que va a pasar mañana, confiando en el hecho que Dios está en control absoluto de todo y que Él tiene un propósito para mi vida y lo va a cumplir. Él reina soberanamente sobre el cielo y la tierra, Él está en Su trono y gobierna sobre todos los asuntos de los hombres. Esto quiere decir que, nada sucede en esta tierra, nada sucede en mi vida a menos que Dios lo envíe o a menos que Dios lo permita. Confío en Dios por completo. Confío en Sus promesas y Sus bendiciones para mi vida y para mi familia. En tiempos buenos y en tiempos de adversidad, igual lo alabo. Estoy agradecida por todo lo que Dios hace en mi vida y tengo absoluta paz, independientemente de las circunstancias que enfrento. No es un sentimiento, es una decisión, es vivir en obediencia aun cuando las cosas son difíciles y no entiendo por qué pasan de esa manera.
“Tuyos son, Señor, la grandeza y el poder, la gloria, la victoria y la majestad. Tuyo es todo cuanto haya en el cielo y en la tierra.
Tuyo también es el reino, y tú estás por encima de todo. De ti proceden la riqueza y el honor; tú lo gobiernas todo.
En tus manos están la fuerza y el poder, y eres tú quien engrandece y fortalece a todos. Por eso, Dios nuestro, te damos gracias, y a tu glorioso nombre tributamos alabanzas”
(1 Crónicas 29:11-13 NVI)
Mi oración, todos los días, es para que el Espíritu de Dios inunde mi corazón, me de la fuerza y el valor para enfrentar los retos de la vida y que pueda vivir con mi fe y mi confianza firme en Él.
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